Victoria para quienes perseveran

Iniciar una obra es cosa relativamente fácil, basta con avivar un poco la lumbre del entusiasmo.

Perseverar en ella hasta el éxito, es cosa diferente; eso ya es algo que requiere continuidad y esfuerzo.

Comenzar está al alcance de los demás, continuar, distingue a los hombres de carácter.

Por eso la médula de toda obra grande –desde el punto de vista de su realización práctica– es la perseverancia, virtud que consiste en llevar las cosas hasta el final.

Es preciso, pues, ser perseverante, formarse un carácter no sólo intrépido, sino persistente, paciente, inquebrantable.

Sólo eso es un carácter.

El verdadero carácter no conoce más que un lema: la victoria.

Y sufre con valor, con serenidad y sin desaliento, la más grande de las pruebas: la derrota.

La lucha tonifica el espíritu, pero cuando falta carácter, la derrota lo reprime y desalienta. Hemos nacido para luchar.

Las más grandes victorias corresponden siempre a quienes se preparan, a quienes luchan y a quienes perseveran.

Autor desconocido

¿Que te retiene?

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Qué pasaría si alguien intentase evitar activamente que alcances el éxito? Supón que hubiese una persona que saboteara tus esfuerzos una y otra vez. ¿Y si esa persona te diese permanentemente razones que te desalentaran, insistiendo con que te dieras por vencido?
¿Y si esa persona fueses tú? Podría suceder, perfectamente.

Cuando se trata de perseguir el éxito y el logro de tus objetivos, muy probablemente tú seas tu peor enemigo. ¿Te has descubierto alguna vez diciéndote a tí mismo «jamás podría hacerlo»? Esa vocecita interior, ¿denota a veces desprecio por tus objetivos y trae a colación docenas de razones por las cuales no vas a poder alcanzarlos?

Tus limitaciones necesitan de tu cooperación para retenerte. Y la buena noticia es que no tienes por qué cooperar. Esa vocecita en tu cabeza puede decir cualquier cosa que tú quieras que diga.

¿Realmente quieres ser el principal defensor de tus propias limitaciones? ¡Claro que no! Sólo imagina todo lo que podrías conseguir si estuvieses 100% de tu lado. Ahora, deja de imaginarlo y comienza a vivirlo. Sin tu ayuda, tus limitaciones no tienen capacidad de acción, así que abandónalas y ve en busca de las estrellas.

Huye de las ideas comunes

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Huye de las ideas comunes tanto como puedas, porque son grandes enemigas de tu voluntad y obstáculos para tu éxito.

Nunca digas «no puedo», antes de cansar tu voluntad y tu esfuerzo hasta agotarlos, porque quizás en el último instante, cuando creas perdida toda esperanza, encuentres la solución que buscabas.

Así ha sucedido por lo regular a todos los esforzados; triunfan cuando parecía esfumarse toda posibilidad.
El heroísmo y el éxito no son más que el esfuerzo y la decisión de los que supieron perseverar hasta el fin.

Nunca digas «no me alcanza el tiempo». El día y la noche te brindan muchas horas que, bien empleadas, pueden producirte un gran provecho.
Advierte más bien si malgastas o desaprovechas tu tiempo.
Si lo malgastas, aprende a utilizarlo, porque el tiempo es capital que enriquece a quien lo emplea con talento y con sistema.

No te acostumbres tampoco a decir «se me olvido», porque si has contraído un compromiso o necesitas cumplir un deber, tal pretexto o tal excusa te mostrará como informal o como despreocupado, y así, jamás podrás merecer una buena fama.
Cuida por tanto de recordar bien tus compromisos o tus deberes; reflexiona antes de comprometerte: pero una vez adquirido el compromiso, cúmplelo sin excusa.

Tampoco has de habituarte al «se me hizo tarde», porque tal es la excusa de todos los fracasados.

Por tanto, él que si puede, él que si tiene tiempo, él que siempre recuerda y cumple los compromisos contraídos, y él que evita que se le haga tarde, cuenta entre los mejores.
TODOS ANHELAMOS EL ÉXITO; PERO POCO HACEMOS POR ALCANZARLO.

Autor desconocido