Prométeme

Que serás tan fuerte que nada podrá interrumpir la paz de tu mente.Que hablarás a todos de amor, felicidad y voluntadQue harás sentir a tu prójimo lo bueno que hay en el.
Que mirarás siempre el lado luminoso de las cosas, que pensarás sólo lo mejor y esperarás sólo lo mejor.
Que serás tan feliz por el éxito de tu amigo como si fuera tuyo.
Que olvidarás los errores del pasado, y luchar más por las grandes metas del futuro.
Que sonreirás siempre y que tu sonrisa será para todos la esperanza de seguir trabajando por sus sueños.
Que dedicarás tanto tiempo a tus sueños, que no te quedará un minuto para encontrar defectos en los demás.
Que serás suficientemente tolerante, firme y generoso para combatir la pesadumbre, la pasión y el miedo…
Pero lo suficientemente feliz para no permitir la presencia del desaliento.

Autor desconocido

Afronta tus sentimientos

Saber responder a estas tres preguntas es fundamental. Tenemos que aprender a estar en contacto con nuestros verdaderos sentimientos, reconocerlos, aceptarlos y trabajar con ellos en caso necesario. Eso supone analizarnos a nosotros mismos, pensar e interpretar nuestro comportamiento.

1. ¿Qué hago?
Obsérvate; observa tu comportamiento, tu forma de reaccionar ante los demás y ante las distintas situaciones de tu vida. Observa también las reacciones de los demás ante tu conducta. No vayas siempre por la vida olvidando continuamente el pasado.

2. ¿Qué pienso?
Observa lo qué pasa por tu mente en cada situación, lo que te dices a ti mismo. Trata de saber por qué piensas lo que piensas y no algo diferente, por qué adquieres ese punto de vista y no otro de los muchos posibles. Esto te dará una información valiosa acerca de quién eres.

3. ¿Qué siento?
Analiza tus sentimientos cuando surjan. ¿Se trata realmente de rabia o hay algún miedo asomando detrás? ¿Qué es esa tristeza, de dónde viene, que marcha mal en tu vida para que te sientas así? A veces sencillamente no sabemos lo que estamos sintiendo. Averígualo y ponle nombre. No tengas miedo de reconocerlo. Admite que son celos, envidia, resentimiento, miedo. Sólo admitiéndolos ante ti mismo podrás manejarlos de forma adecuada.

4. Tu reflejo en los demás
Busca lo que más detestas o admiras en los demás; pueden darte una pista sobre tus virtudes y tus defectos. Si una persona te resulta odiosa es posible que estés viendo en ella una parte de ti mismo que te desagrada. Por el contrario, si te sientes atraído, por ejemplo, por los artistas, es posible que lleves un artista dentro que quiere salir al exterior.

5. Tus deseos
¿Qué es lo que quieres? ¿Qué necesitas? ¿Están satisfechas esas necesidades y esos deseos? ¿Te estás dejando llevar por los deseos de los demás, por lo que deberías querer en vez de lanzarte en busca de lo que deseas de verdad? Hazte estas preguntas y respóndelas con sinceridad. Te ayudarán a vislumbrar cuál es tu verdadero camino.

Autor desconocido

 

Un día a la vez

Hay dos días en cada semana en los que no nos debemos preocupar, dos días que se deben guardar libres de miedo y ansiedad.

Uno de esos días es ayer. Ayer, con sus equivocaciones y pesares, sus faltas y confusiones, sus dolores y tristezas.

Ayer ha pasado para siempre, fuera de nuestro control; y todo el dinero del mundo no podría cambiar ni una cosa que hayamos hecho, ni podemos borrar una palabra. Ayer ya pasó.

El otro día sobre el que no debemos de preocuparnos es mañana. Mañana, con sus posibles adversarios, sus problemas, sus promesas grandes y sus pequeños logros.

Mañana volverá a salir el sol, ya sea en esplendor o detrás de una máscara de nubes, pero subirá. Hasta que llegue no tenemos parte en
mañana, pues aún no ha nacido.

Y solo queda un día: Hoy.

Cualquier hombre puede pelear la batalla de un solo día. Cuando nos cargamos con esas horripilantes eternidades:

Ayer y Mañana, entonces nos derrumbamos. No es la experiencia de hoy que vuelve locos a los hombres, sino la amarga culpa, algo que sucedió ayer, y el miedo de lo que traerá el mañana.

Autor desconocido

Cárcel

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A veces la peor cárcel que tenemos son nuestros propios paradigmas. Nuestra manera de pensar nos ata y nos ciega de tal manera, que no nos permite ver más adelante. Estamos prisioneros en nuestra propia celda, somos el carcelero , el torturador , y el prisionero.

Quien tiene las llaves de nuestra celda, o la dinamita que vuele por los aires esta maldita cárcel, somos nosotros mismos, pero no nos atrevemos a usarlas, por que somos cautivos de nuestro peor verdugo.

El Miedo. Quien nos metió aquí? Que se yo?….existen mil y un motivos o causas; Una decepción amorosa, una infidelidad, una autoestima mal comprendida, una niñez desdichada, o lo contrario, una sobreprotección paternal, un defecto físico, pobreza económica, una ideología, o una religión castrante, etc. éste motivo, no nos permite siquiera asomarnos por las rejas al exterior.

Con el tiempo nos hemos acostumbrado a lo reducido de nuestra celda, que los espacios grandes los detestamos, y la libertad es un espacio grande. Quizá la felicidad no esté fuera de esas cuatro paredes,  pero si está la oportunidad de crearla, porque a la felicidad hay que crearla, no existe sobre pedido, pero necesita un elemento primordial, la libertad.

Si no existe ésta, le podrás echar la culpa a cualquier intromisión externa, y a lo mejor tendrás razón o por lo menos tendrás una excusa digna de tomarse en cuenta.

Ya intuimos el motivo, ahora cual será ese calabozo?

Una relación incorrecta difícil de terminar, o una relación que sobrevive por falta de una decisión, una vida sombría y sin esperanza, una rebelión continua a una situación que no se entiende, un miedo a usar tu libre albedrío y equivocarte.

No tengas miedo, no va a pasar nada que no tenga remedio, lo peor que podría pasar es que te acostumbres tanto a esa situación, que creas que para no ti no hay otra.

Por favor, léeme, o escúchame en tu imaginación, tienes derecho a la felicidad, nadie tiene la tuya, solo tu tienes que elaborarla como si fuese un riquísimo pastel que después disfrutarías, y tienes los elementos para hacerla

De tu vida puedes hacer que ésta sea feliz o infeliz, no depende de nadie mas que de ti. Esa mazmorra, recuerda, podrá matar tu cuerpo, pero jamás tu alma. Déjala que te enseñe a ser libre y a construir tu felicidad, pero para empezar cambia ese viejo paradigma, por éste: La felicidad si existe, y tu tienes derecho a ella.

Autor desconocido